viernes, 12 de septiembre de 2008

Perdida en la ciudad


Volviendo del trabajo me encontré con esta mariposa posada sobre los adoquines. No todo es artificial en las ciudades, de vez en cuando, como un soplo de aire fresco, aparecen en ellas ellas destellos de vida en libertad. ¿Qué hace una mariposa en la ciudad? ¿Acaso es una metáfora del espíritu humano? Sea lo que sea, es una imagen hermosa... y triste.

Quietud


El sol del atardecer baña los campos sinuosos donde los ocres y dorados se entremezclan con distintos tonos de verde. Las espigas se mecen bajo la brisa, como un mar inmensamente verde. Sólo se oye el viento y el canto de las aves. No pienso en nada, mientras camino. Sólo observo y me dejo envolver por la serenidad que me rodea. Allá donde mire, la vida transcurre como siempre, ajena a todo lo que no sea su devenir cotidiano. No hay ambiciones, no hay preocupaciones, no hay pesares, no hay olvidos... No hay deseo. Sólo quietud, quietud y libertad. Un lujo que no se puede comprar.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Un día en la playa


Como siempre, se levantó tarde. Miró por la ventana. ¡Cachis! Otra vez el jubilado agonioso le habrá quitado su parcelita de playa. Desayunó, pegó cuatro gritos a sus hijos para que se levantasen y empezó el ritual de la crema protectora (antes bronceadora). El sudor hacía que la crema resbalara más rápidamente por su cuerpo, creando una capa de olor impredecible.
Tras cargarse con la tumbona, la sombrilla y la bolsa con diversas pertenencias, entre las que destacaba un voluminoso libro (el más gordo que había visto en la librería)bajó la cuesta sudoroso. Al llegar a la playa oteó la línea costera en busca de un hueco. Tenía la sensación de que un millón de miradas hostiles se dirigían a él, diciéndole "ni se te ocurra ocupar mi parte de playa". Por fin, se armó de valor y plantó la sombrilla como un conquistador en tierra de nadie. Aguantó las miradas impertinentes de sus vecinos y se sentó en la tumbona. Mientras sus hijos jugaban en la arena y se bañaban sin solución de continuidad, se dispuso a leer. Conforme leía las primeras líneas, el sopor se apoderó de él. Cuando despertó su piel había tomado el color rosado intenso de todos los años. ¡Ya se había quemado otra vez!
Tras abrirse paso entre las "topleseras" que hacían como que caminaban por la orilla pero que, en realidad, estaban exhibiendo su última operación mamaria, y ser salpicado por los niñatos que jugaban a ver quién tenía menos cerebro, se sumergió en el agua. Se quedó un rato flotando, dejándose llevar y cerrando los ojos... imaginando que estaba solo y que, por unos momentos, había regresado a su niñez.

¿Vacaciones?

El día estipulado, el individuo anónimo llenó el maletero de su vehículo de maletas y otros contenedores al uso. Salió de su ciudad como otros muchos rumbo a su habitual lugar de veraneo, donde, como cada año, se había hecho la ilusión de descansar unos días.
¡Qué gran invento del capitalismo esto de las vacaciones! La revolución un poco más tarde, por favor. (casi) Todo el mundo está en la playa.
Tras unos cuantos atascos, algún frenazo repentino y un recordatorio a la madre del conductor que va detrás, cuyo concepto de la distancia de seguridad se mide en milímetros, el anónimo llegó a su destino: ¿Dónde c... aparco? Todo lleno. El apartamento, las calles, los chiringuitos, la playa.... Estrés para aparcar. Estrés para comer. Estrés para encontrar un sitio en la playa. ¡Estrés para diveritirse!
Así que, el anónimo individuo aguantó el chaparrón con largas horas de somnolencia, soñando volver al trabajo para descansar.