sábado, 26 de septiembre de 2009

La normalidad de la consejera


Érase una vez un comienzo de curso normal, donde todo el alumnado estaba escolarizado en los plazos indicados, donde cada profesor disponía de su horario personal de trabajo y cada alumno sabía en qué grupo se encontraba. Érase una vez un comienzo de curso donde los equipos directivos no tenían que hacer horas extras -no remuneradas- para que todo funcionara con normalidad. Érase una vez un comienzo de curso donde todos colaboraban para superar las dificultades iniciales. Érase una vez un comienzo de curso donde nadie se miraba el ombligo y era solidario con sus compañeros. Érase una vez un comienzo de curso donde las administraciones educativas no imponían más trabajo sin comprometerse a nada. Érase una vez un comienzo de curso en el que había entusiasmo por enseñar y avidez por aprender. Érase una vez un comienzo de curso donde el conocimiento y las buenas maneras serían fomentados por todos. Érase una vez un comienzo de curso verdaeramente normal. Érase una vez...
¡Qué viejo me siento para creerme más cuentos!

domingo, 6 de septiembre de 2009

Apatía estival

Por fin disfrutas de las ansiadas vacaciones. El primer día apagas el despertador para dormir un poco más. Los planes para cambiar el ritmo de tu vida pueden esperar al día siguiente. Te levantas demasiado tarde. Te cuesta controlar tu cuerpo. Estás cansado y te sientas. Lees un libro y poco a poco te vas adormilando. Cuando el calor del sol que te da de lleno en la cara te despierta, es la hora de comer. Te quieres levantar pero algo te lo impide. Intentas animarte para aprovechar la tarde, no puedes seguir así pero después de comer te adormilas de nuevo. Al despertar tienes mala conciencia y haces planes que vas desechando automáticamente (hace calor, está lejos, hay mucha gente, el tráfico es demencial...) Al final pasa el día y tu apatía se va contagiando. La apatía se extiende como un cáncer por todos tus órganos, por todo tu espacio, por todo tu tiempo. Y no tienes voluntad para vencerla. Y así pasan las vacaciones, tediosas e inmutables. Y tú cada vez más vas siendo menos persona y más objeto arrinconado.