sábado, 19 de julio de 2008

A las puertas del paraíso perdido


Volvía con mi padre a mi ciudad cuando se me ocurrió visitar las Tablas de Daimiel. En el atardecer de un día cualquiera paré a fotografiar lo que quedaba del río Guadiana, a la altura del molino de Molemocho. Ni rastro de agua. El lecho del río sucio y cuarteado. Pero lo que me llamó más la atención fue divisar un "pívot" en el horizonte cercano, como un enemigo desafiante. A las puertas mismas del Parque Nacional, humedal de importancia internacional SECO, el símbolo del desarrollo regional a través de los regadíos con aguas subterráneas me decía: "¡Mirame! Sigo aquí y nadie va a impedir que robe el agua a las Tablas". Mirándolo se me encogió el corazón. Vanas palabras las de aquellos que simulan tomar medidas -ahora que no hay nada que hacer- para recuperar este humedal perdido.

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